Cazar judíos. Llevarles hasta los campos de concentración y, llegado el momento,asesinarles a miles. Este fue el plan que, bajo el nombre de «Solución final» («Endlosung der Judenfrage» en alemán) idearon los grandes jerarcas nazis en una fecha indeterminada para acabar con la que, según afirmaban, era una raza que no merecía estar sobre la faz de la Tierra. No obstante, con el objetivo de que llegase a buen término este plan, los hombres de la esvástica tuvieron que contar con una increíble maquinaria de la muerte detrás que buscaba, en primer lugar, identificar a los «enemigos». Una tarea para la que, entre otras cosas, los germanos utilizaron presuntamente una serie de cuestionarios que repartían entre la población y que pretendían determinar a qué grupo humano pertenecía el encuestado.
En principio, estos cuestionarios habrían quedado olvidados en la Historia como una mera anécdota (al igual que pasó con los ideados por los aliados para cazar nazis tras la Segunda Guerra Mundial) sino fuera porque, hace apenas unas jornadas, han sido descubiertos 6.300 de estos panfletos cerca del Parlamento de Budapest (Hungría). Unos documentos que fueron, según afirma en su versión digital el diario local «Kronen», repartidos en mayo de 1944 por los soldados de Hitler entre la población para desvelar si aquellos que residían en la zona cercana a la actual plaza Kossuth (lugar en el que han sido hallados) eran o no judíos. Así lo creen los expertos consultados por el diario húngaro.
Muerte y deportación en Hungría
Con la aparición de estos documentos, el negro recuerdo del nazismo vuelve a cernirse sobre Hungría, país que fue acusado en la Segunda Guerra Mundial de antisemita después de que, a partir de 1930, comenzase a ser fagocitado por Adolf Hitler y su política nacionalsocialista. Y es que, esta región se unió voluntariamente al frente formado por Alemania e Italia después de que el «Führer» le entregara algunas regiones de Checoslovaquia, Rumanía y Yugoslavia. Al parecer, con semejante regalo en las manos, los líderes del país prefirieron aliarse al que, en esos momentos, consideraban uno de los países más potentes de la vieja Europa.
No obstante, la relación entre Hungría y Alemania fue buena únicamente durante los primeros años de la contienda pues, según avanzaba la Segunda Guerra Mundial, Miklós Horthy (regente del país y, en principio, soberanamente proclive al nazismo) urdió todo tipo de planes para pactar con los aliados. El objetivo estaba claro: huir de aquel bando antes de que los aliados tomasen la zona y acabasen con los reductos germanos de la región. Como es lógico, esta decisión no gustó nada al «Führer», que devolvió el golpe enviado a la «Wehrmacht» (sus fuerzas armadas). «Tres años después de entrar en la guerra [en octubre de 1944] Horthy inició conversaciones para rendirse. La respuesta de Adolf Hitler fue la “Operación Margarita”, la invasión de Hungría para asegurar el absoluto control del país», explican Estefanía Langarita, Nacho Moreno e Irene Murillo en su reputado libro «Pagar las culpas».
Con todo, los documentos que nos ocupan fueron expedidos en mayo 1944, cuando Hitler no había sido traicionado todavía por Horthy y éste -amante todavía del nazismo- había elaborado multitud de políticas antisemitas. «Horthy, mediante sucesivas “Leyes judías”, en 1938, 1939 y 1941, había ido recortando los derechos a los súbditos húngaros de religión judía. […] Pero con la invasión nazi, de las restricciones se pasó a la persecución abierta y se metió a Hungría de lleno en la Solución Final», explican sus autores.
Así pues, antes del verano de 1944, el gobierno húngaro y los nazis comenzaron a aniquilar a los judíos a manos llenas, tarea para la que necesitaron -presuntamente y según creen historiadores como Istvan Kenyeres (Director General de los Archivos de la ciudad de Budapest)- estos test para hacer una división entre «buenos» y «malos». No sería raro, pues la fecha coincide con la épcoa en la que comenzaron a ser deportados prisioneros. «El 15 de mayo de 1944 iniciaron su marcha los primeros trenes de deportación. En los meses siguientes, cerca de medio millón de judíos de todo el país fueron trasladados a campos de exterminio», añaden los expertos.
Los «cuestionarios de la muerte»
Los cuestionarios han sido hallados en un apartamento ubicado en un edificio de la plaza Kossuth (en Budapest) cercano al Parlamento. El hallazgo, concretamente, fue realizado mientras sus dueños hacían una serie de reformas en la vivienda, En ese momento se percataron de que, tras una grieta en la pared, había más de 6.300 documentos escondidos. Con todo, en la actualidad se desconoce todavía quién los dejó allí o por qué fueron escondidos, pero no sería extraño que hubiesen sido ocultados con el objetivo de evitar que los aliados los encontrasen y los usasen para demostrar la segregación que se estaba produciendo en la zona. Un procedimiento que ya se hizo en campos de concentración como Auschwitz, donde cada papel sin quemar podía llevar a un guardia a la horca.
Fuera por la causa que fuese, lo que se tiene claro es que los 6.300 documentos que han sido encontrados fueron repartidos en los distritos XI, XII, XIII y XIV de Budapest por el Consejo de la Ciudad. Esta institución ordenó que, toda aquella vivienda que recibiese este cuestionario, debía completarlo y entregarlo en menos de 24 horas. Las preguntas que se hacían a los entrevistados eran varias, y entre ellas destacaban los nombres de los propietarios de la casa, los inquilinos que residían en ella, el nivel de renta de los encuestados y cuántos de ellos eran cristianos y judíos. Una cuestión que parece a los expertos soberanamente capciosa.
De esta forma, y siempre según las primeras elucubraciones, el gobierno húngaro y los nazis podrían haber intentado cazar a todos aquellos judíos que no hubiesen admitido todavía su condición al estado. Algo que se comenzó a solicitar en el verano de 1944. «En 1944 se decretó que los judíos tenían que llevar una estrella amarilla pegada en la ropa y, el 15 de junio, se dispuso la concentración de los 200.000 judíos de Budapest (15% de la población) en unas 2.000 casas dispersas por la capital, señaladas con una gran estrella amarilla», determinan los autores en su extensa obra. No obstante, todavía será necesario investigar estos documentos (los cuales se encuentran en un estado de conservación muy bueno) para poder llegar a una conclusión.
Independientemente de que su uso fuese descubrir a los judíos, lo que es innegable es que, el 21 de junio de 1944, 220.000 hombres, mujeres y niños de Budapest fueron forzados a abandonar sus hogares y trasladados hasta campos de concentración. Al final de la Segunda Guerra Mundial, además, el número de asesinados por no ser arios en este país fue de 600.000. La mayoría de ellos, después de ser trasladados a Auschwitz. Estos documentos, según explica Istvan Kenyeres, servirán para recordarles y ofrecerán muchos datos demográficos de interés.