viernes, 13 de noviembre de 2015

Lo que Napoleón Bonaparte vio dentro de la Gran Pirámide de Egipto y le dejó aterrorizado


Napoleón, junto a la esfinge.

La pirámide de Keops, que es la única construcción que perdura de las siete maravillas del mundo antiguo, sigue revelando nuevos secretos en sus imponentes 146 metros de altura. Un escaneado de la construcción de bloques de pieza caliza indicó hace unos días que podría haber pasadizos ocultos todavía sin descubrir, como evidencia el hecho de que se hayan registrado anomalías de temperatura de hasta seis grados. Un análisis científico que confirma lo que Napoleón Bonaparte intuyó en su propia piel tras pasar siete horas en el tétrico monumento: el misterio impregna cada uno de sus rincones.
Con el objetivo de liberar Egipto de las manos turcas, el prometedor general Bonaparte, victorioso en Italia, desembarcó en el país del Nilo durante el verano de 1798 con más de treinta mil soldados franceses poniéndose por objetivo avanzar en dirección a Siria. No en vano, el joven Napoleón perseguía algo más que objetivos militares y llevó consigo a un grupo de investigadores de distintas disciplinas (matemáticos, físicos, químicos, biólogos, ingenieros, arqueólogos, geógrafos, historiadores...), más de un centenar, para que estudiaran al detalle aquel país de las pirámides maravillosas y los dioses milenarios. Entre ellos figuraban los matemáticos Gaspard Monge, fundador de la Escuela Politécnica; el físico Étienne-Louis Malus; y el químico Claude Louis Berthollet, inventor de la lejía. Es decir, algunos de los científicos más brillantes de su generación acudieron a la llamada del general, de 28 años, sin conocer siquiera el destino del viaje hasta que navegaron más allá de Malta: «No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber».
Europa redescubre Egipto
Fue en aquella expedición, entre lo militar y lo científico, cuando Europa redescubrió las maravillas del antiguo Egipto y encontró la llave para entenderlas. Mientras un soldado cavaba una trinchera en torno a la fortaleza medieval de Rachid (un enclave portuario egipcio en el mar Mediterráneo), halló por casualidad la conocida como la piedra Rosetta, la cual sirvió para descifrar al fin los ininteligibles jeroglíficos egipcios. Se trataba de una sentencia del rey Ptolomeo, fechada en 196 a. C, escrita en tres versiones: jeroglífico, demótico y griego. A partir del texto griego fue posible encontrar las equivalencias en los jeroglíficos y establecer un código para leer los textos antiguos.
No obstante, el viaje también sirvió a Napoleón a modo de búsqueda espiritual en una tierra que había perturbado la imaginación de grandes personajes de la historia. Como muchos de sus contemporáneos, el Gran Corso se sentía atraído por el exotismo oriental y había leído una obra muy popular por entonces, «El Viaje a Egipto y Siria de Constantin Volney», publicada en 1794 sobre los misterios de las civilizaciones de la zona.
En medio de las operaciones militares, Napoleón se dirigió a Tierra Santa con el propósito de confrontarse con el ejército turco y, de paso, a descansar por una noche en Nazaret. Y así lo hizo el 14 de abril de 1799, sin que hayan trascendido más detalles de esta particular parada turística. Ese mismo año, en agosto, Napoleón regresó a El Cairo haciendo noche supuestamente en el interior de la Pirámide de Keops. Su séquito habitual y un religioso musulmán le acompañaron hasta la Cámara del Rey, la habitación noble, que en aquella época era de difícil acceso, con pasadizos que no llegaban al metro y medio, y sin ningún tipo de iluminación más allá de las insuficientes antorchas.
Concretamente, la Cámara del Rey es una sala rectangular de unos 10 metros de largo y 5 metros de ancho conformado por losas de granito, paredes y techo lisos, sin decoración, y únicamente contiene un sarcófago vacío de granito, sin inscripciones, depositado allí durante la construcción de la pirámide, puesto que es más ancho que los pasadizos. El general corso pasó siete horas rodeado solo de murciélagos, ratas y escorpiones en la pirámide. Justo al amanecer, brotó de la laberíntica estructura, pálido y asustado. A las preguntas de inquietud de sus hombres de confianza sobre lo qué había ocurrido allí dentro, Napoleón respondió con un enigmático: «Aunque os lo contara no me ibais a creer».
De la pirámide, a la conquista política de París
Resulta imposible saber qué es lo que vio o sintió exactamente Napoleón en esas siete horas, o incluso si el episodio llegó a tener lugar, aunque parece probable que en todo caso el corso creyera sufrir alguna clase de experiencia mística inducida por la soledad, la oscuridad, las temperaturas extremas y los ruidos comúnes que distorsiona el eco. Lo que está claro es que –como han dado cuenta distintas obras de ficción, véase la novela de «El Ocho» (1988) de Katherine Neville o más recientemente Javier Sierra en «El Secreto Egipcio de Napoleón» (2002)– la noche de Napoleón dentro de la Gran Pirámide pareció cambiar su carácter para siempre. Pese a regresar derrotado militarmente a Francia, el corso despegó políticamente en los siguientes meses. En noviembre de ese año organizó el golpe de Estado del 18 de brumario que acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, e inició el Consulado con Napoleón Bonaparte como líder.
Lo que si tiene una respuesta más accesible es por qué razón quiso pernoctar en el monumento. Según explica el periodista Peter Tompkins en su clásico «Secretos de la Gran Pirámide», «Bonaparte quiso quedarse solo en la Cámara del Rey, como hiciera Alejandro Magno, según se decía, antes que él». Obsesionado durante toda su carrera con otros personajes históricos claves, Napoleón trató de emular las huellas del conquistador Alejandro Magno y del general romano Julio César, que supuestamente habían pasado también una noche en la cámara buscándose así mismos. El conquistador griego, del que se cuenta una infinidad de leyendas de su contacto con otros mitos de la Antigüedad, fundó Alejandría en el año 331 a.C. y consultó el oráculo egipcio, donde recibió al parecer su confirmación como hijo de Zeus-Amón y como conquistador del mundo. Ese mismo año, en Menfis, Alejandro Magno recibió las insignias y títulos de los faraones y realizó sacrificios a las divinidades egipcias.

La ‘miss’ que se enfrentó a China

Miss Canada Anastasia, en su casa de Toronto.
Puede que la belleza abra muchas puertas, pero no las de China. Lo sabe bien Anastasia Lin, que protagoniza una agria polémica con el régimen de Pekín desde que se coronó como Miss Canadá el pasado 16 de mayo. La razón la expuso la propia joven, nacida en China y naturalizada canadiense después de haber emigrado con su madre cuando solo tenía 13 años, en un artículo que publicó en el diario The Washington Post: “Me siento muy privilegiada de ser canadiense, y de disfrutar de las libertades que a muchos otros se les niegan en diferentes partes del mundo. Haber crecido en Occidente me ha permitido conocer conceptos como el de los Derechos Humanos, y creo que merece la pena protegerlos aunque eso requiera correr riesgos”.
Sin duda, ella está dispuesta a correrlos. No en vano, como actriz ha participado en una obra que muestra el sufrimiento de los miembros de Falun Gong, una secta prohibida y perseguida en China, y en julio testificó frente a una comisión del Congreso de Estados Unidos para explicar las violaciones de los derechos humanos a las que están sometidos quienes pertenecen, como ella, a este polémico grupo espiritual que combina elementos del taoísmo y el qigong y sí es legal en territorios como Hong Kong o Taiwán. “En China hay gente que recibe palizas y sufre torturas, como quemaduras o electrocuciones, por mantenerse fiel a sus creencias”, afirmó entonces.
Ahora, Lin está pagando las consecuencias de su crítico discurso. La primera es el retraso en la expedición del visado que necesita para participar en la final mundial del concurso de belleza, que se celebrará el 19 de diciembre en Sanya, una turística localidad de la isla china de Hainan. “Otras participantes recibieron sus permisos para hacer el viaje el pasado día 30, y dentro de 10 días acaba el plazo. Si no me conceden el visado para entonces, no podré ir a China y seré descalificada”, ha comentado este miércoles a la agencia Reuters. No obstante, Lin es consciente de que ese es el menor de sus problemas, porque, como ya avanzó anteriormente, su padre, que continúa viviendo en la provincia natal de Hunan, “está recibiendo mensajes amenazadores de agentes de las Fuerzas de Seguridad”.
A pesar de todo, a sus 26 años, Lin ratifica que no la van a callar. “He pensado en no volver a hablar más de este tema porque mi familia está en peligro. Pero no puedo hacerlo. Porque si consiguen silenciarme ahora, no se me presentará una nueva ocasión para hablar. Les habré demostrado que su táctica de intimidación funciona conmigo. Además, creo que cuanta más importancia se le dé a mi caso a nivel internacional, más seguro estará mi padre”, ha explicado. Claro que, con declaraciones como esas, no parece que China vaya a ceder. En ese caso, debería ser la primera dama de honor quien acuda a Sanya, y ha querido la casualidad que Betty Yunlei tenga también orígenes chinos. No obstante, a juzgar por su vídeo introductorio oficial, ella sí que encaja en el perfil que China exige a unamiss: bella, discreta, altruista, y, sobre todo, políticamente correcta.

Los «cuestionarios de la muerte» nazis para cazar judíos

Auschwitz, uno de los campos de exterminio que recibió más presos húngaros
Cazar judíos. Llevarles hasta los campos de concentración y, llegado el momento,asesinarles a miles. Este fue el plan que, bajo el nombre de «Solución final» («Endlosung der Judenfrage» en alemán) idearon los grandes jerarcas nazis en una fecha indeterminada para acabar con la que, según afirmaban, era una raza que no merecía estar sobre la faz de la Tierra. No obstante, con el objetivo de que llegase a buen término este plan, los hombres de la esvástica tuvieron que contar con una increíble maquinaria de la muerte detrás que buscaba, en primer lugar, identificar a los «enemigos». Una tarea para la que, entre otras cosas, los germanos utilizaron presuntamente una serie de cuestionarios que repartían entre la población y que pretendían determinar a qué grupo humano pertenecía el encuestado.
En principio, estos cuestionarios habrían quedado olvidados en la Historia como una mera anécdota (al igual que pasó con los ideados por los aliados para cazar nazis tras la Segunda Guerra Mundial) sino fuera porque, hace apenas unas jornadas, han sido descubiertos 6.300 de estos panfletos cerca del Parlamento de Budapest (Hungría). Unos documentos que fueron, según afirma en su versión digital el diario local «Kronen», repartidos en mayo de 1944 por los soldados de Hitler entre la población para desvelar si aquellos que residían en la zona cercana a la actual plaza Kossuth (lugar en el que han sido hallados) eran o no judíos. Así lo creen los expertos consultados por el diario húngaro.
Muerte y deportación en Hungría
Con la aparición de estos documentos, el negro recuerdo del nazismo vuelve a cernirse sobre Hungría, país que fue acusado en la Segunda Guerra Mundial de antisemita después de que, a partir de 1930, comenzase a ser fagocitado por Adolf Hitler y su política nacionalsocialista. Y es que, esta región se unió voluntariamente al frente formado por Alemania e Italia después de que el «Führer» le entregara algunas regiones de Checoslovaquia, Rumanía y Yugoslavia. Al parecer, con semejante regalo en las manos, los líderes del país prefirieron aliarse al que, en esos momentos, consideraban uno de los países más potentes de la vieja Europa.
No obstante, la relación entre Hungría y Alemania fue buena únicamente durante los primeros años de la contienda pues, según avanzaba la Segunda Guerra Mundial, Miklós Horthy (regente del país y, en principio, soberanamente proclive al nazismo) urdió todo tipo de planes para pactar con los aliados. El objetivo estaba claro: huir de aquel bando antes de que los aliados tomasen la zona y acabasen con los reductos germanos de la región. Como es lógico, esta decisión no gustó nada al «Führer», que devolvió el golpe enviado a la «Wehrmacht» (sus fuerzas armadas). «Tres años después de entrar en la guerra [en octubre de 1944] Horthy inició conversaciones para rendirse. La respuesta de Adolf Hitler fue la “Operación Margarita”, la invasión de Hungría para asegurar el absoluto control del país», explican Estefanía Langarita, Nacho Moreno e Irene Murillo en su reputado libro «Pagar las culpas».
Con todo, los documentos que nos ocupan fueron expedidos en mayo 1944, cuando Hitler no había sido traicionado todavía por Horthy y éste -amante todavía del nazismo- había elaborado multitud de políticas antisemitas. «Horthy, mediante sucesivas “Leyes judías”, en 1938, 1939 y 1941, había ido recortando los derechos a los súbditos húngaros de religión judía. […] Pero con la invasión nazi, de las restricciones se pasó a la persecución abierta y se metió a Hungría de lleno en la Solución Final», explican sus autores.
Así pues, antes del verano de 1944, el gobierno húngaro y los nazis comenzaron a aniquilar a los judíos a manos llenas, tarea para la que necesitaron -presuntamente y según creen historiadores como Istvan Kenyeres (Director General de los Archivos de la ciudad de Budapest)- estos test para hacer una división entre «buenos» y «malos». No sería raro, pues la fecha coincide con la épcoa en la que comenzaron a ser deportados prisioneros. «El 15 de mayo de 1944 iniciaron su marcha los primeros trenes de deportación. En los meses siguientes, cerca de medio millón de judíos de todo el país fueron trasladados a campos de exterminio», añaden los expertos.
Los «cuestionarios de la muerte»
Los cuestionarios han sido hallados en un apartamento ubicado en un edificio de la plaza Kossuth (en Budapest) cercano al Parlamento. El hallazgo, concretamente, fue realizado mientras sus dueños hacían una serie de reformas en la vivienda, En ese momento se percataron de que, tras una grieta en la pared, había más de 6.300 documentos escondidos. Con todo, en la actualidad se desconoce todavía quién los dejó allí o por qué fueron escondidos, pero no sería extraño que hubiesen sido ocultados con el objetivo de evitar que los aliados los encontrasen y los usasen para demostrar la segregación que se estaba produciendo en la zona. Un procedimiento que ya se hizo en campos de concentración como Auschwitz, donde cada papel sin quemar podía llevar a un guardia a la horca.
Fuera por la causa que fuese, lo que se tiene claro es que los 6.300 documentos que han sido encontrados fueron repartidos en los distritos XI, XII, XIII y XIV de Budapest por el Consejo de la Ciudad. Esta institución ordenó que, toda aquella vivienda que recibiese este cuestionario, debía completarlo y entregarlo en menos de 24 horas. Las preguntas que se hacían a los entrevistados eran varias, y entre ellas destacaban los nombres de los propietarios de la casa, los inquilinos que residían en ella, el nivel de renta de los encuestados y cuántos de ellos eran cristianos y judíos. Una cuestión que parece a los expertos soberanamente capciosa.
De esta forma, y siempre según las primeras elucubraciones, el gobierno húngaro y los nazis podrían haber intentado cazar a todos aquellos judíos que no hubiesen admitido todavía su condición al estado. Algo que se comenzó a solicitar en el verano de 1944. «En 1944 se decretó que los judíos tenían que llevar una estrella amarilla pegada en la ropa y, el 15 de junio, se dispuso la concentración de los 200.000 judíos de Budapest (15% de la población) en unas 2.000 casas dispersas por la capital, señaladas con una gran estrella amarilla», determinan los autores en su extensa obra. No obstante, todavía será necesario investigar estos documentos (los cuales se encuentran en un estado de conservación muy bueno) para poder llegar a una conclusión.
Independientemente de que su uso fuese descubrir a los judíos, lo que es innegable es que, el 21 de junio de 1944, 220.000 hombres, mujeres y niños de Budapest fueron forzados a abandonar sus hogares y trasladados hasta campos de concentración. Al final de la Segunda Guerra Mundial, además, el número de asesinados por no ser arios en este país fue de 600.000. La mayoría de ellos, después de ser trasladados a Auschwitz. Estos documentos, según explica Istvan Kenyeres, servirán para recordarles y ofrecerán muchos datos demográficos de interés.
Varios judíos húngaros son llevados presosLlegada de un transporte de judíos húngaros al campo de exterminio de Auschwitz en mayo de 1944