lunes, 5 de octubre de 2015

La señal inequívoca de que están a punto de despedirte

No mentimos al decir que uno de los mayores temores de cualquier trabajador es que le despidan. No es para menos, la destrucción de empleo ha sido bestial en estos últimos años. Comparando la situación actual de España con la de 2007, y a pesar de la creación de trabajo en este último curso, hay un 10 % menos de trabajadores, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística. Es cierto que ese temor provoca que en ocasiones sobrestimemos el riesgo real, lo que provoca que vayamos con miedo al trabajo, pasemos más horas en la oficina y nos esforcemos por generar una mejor imagen. Quizá este temor nos ayude a estabilizarnos profesionalmente, pero está claro que la incertidumbre no es plato de buen gusto para ningún profesional. Dicho lo cual, el exceso de confianza tampoco es positivo, porque nos puede llevar a cometer el error de convertirnos en unos trabajadores más apáticos, perezosos y menos diligentes. Ser un buen profesional y parecerlo No existe duda posible de que actitudes como estas suponen un riesgo para cualquier profesional, pero no son, ni mucho menos, las únicas. La actitud respecto a los superiores es otro aspecto de esencial importancia. Ningún jefe quiere un subordinado que demuestre altanería o que hable cuando tiene que callar. Frases como “es imposible hacer esto”, “no me pagan por desempeñar esta tarea” o “esto lo hace cualquiera” no son, desde luego, una buena forma para ganarse al jefe, tal y como señala Darcy Lewis. En un mundo ideal profesional, la meritocracia sería el modelo que seguirían las empresas a la hora de establecer su organigrama, pero lastimosamente la realidad se encuentra bastante alejada de esta utopía. Al igual que es básico ser un buen trabajador, también es conveniente parecerlo: anotar lo que nos dicen los jefes o compañeros, repasar o pedir que nos repitan un punto importante de una reunión, utilizar un lenguaje acorde a la situación, etc. Estos son algunos de los muchos consejos que debemos seguir, pero también hemos de tener claro que en determinadas ocasiones ya es muy difícil voltear la situación, porque hagamos lo que hagamos ya será tarde, el jefe nos tiene atravesados. Cuando nos quieren echar Si notamos que nuestro jefe nos hace el vacío, nos corta cuando hablamos, nos responde mal o directamente calla cuando le comentamos algo o pasamos cerca de él, quizá debería ser un buen momento para que nos empecemos a preocupar, tal y como indica el experto, y autor del libro 'Tame Your Terrible Office Tyrant: How to Manage Childish Boss Behavior and Thrive in Your Job', Lynn Taylor. Pero estos no son los únicos síntomas. El propio Taylor, sin ser tan rebuscado, señala en 'Psychology Today' que en ocasiones no hace falta observar esas ligeras indirectas, puesto que no siempre el jefe nos tiene manía, sino que simplemente puede opinar que no realizamos correctamente nuestras labores. Lo lógico es que, ante esta situación, aparezcan las primeras advertencias. Cuando recibimos determinadas reprimendas verbales sobre nuestro rendimiento y las tareas que desempeñamos suele ser un síntoma de que algo no marcha bien y que quizá deberíamos cambiar lo antes posible las áreas criticadas por nuestro superior. La situación de máximo peligro aparece cuando la reprimenda laboral es por escrito. Más aún si, además, empezamos a notar esos signos e indirectas anteriormente mencionadas. Llegado este punto, es probable que por mucho que nos esforcemos en revertir la situación ya se antoje imposible que las aguas vuelvan a su cauce. “Si uno ha puesto todo de su parte, pero ve que nada mejora, quizá sea el momento de tener un comportamiento más proactivo y comenzar, discretamente, a buscar activamente un nuevo trabajo”, explica Taylor. Normalmente es preferible ser realista y práctico que luchar hasta darnos de bruces con una realidad que nos pone de patitas en la calle.

Ducharte todos los días puede ser una guarrada, según explica la ciencia

Para muchas personas una ducha a primera hora es el equivalente a una buena taza de café: la necesitan urgentemente para espabilarse por las mañanas. También los hay que prefieren ese baño nocturno caliente para conciliar mejor el sueño y meterse en la cama aseados y descansados, o, simplemente, aquellos adictos al 'fitness' que no pueden marcharse del gimnasio sin darse un agua porque han sudado lo que no está escrito. Cualquiera de estas alternativas están fenomenal, siempre y cuando no lo hagas a diario. Y no vengas con los 'es que si no se me ensucia el pelo' o los 'si quiero despertarme no me queda otra', al menos no se lo cuentes a los científicos que no se cansan de decirte que ducharse todos los días es malo para la salud: “Interrumpen los procesos naturales de la piel, el pelo y las uñas, y además supone una gran pérdida de agua habiendo tantas personas en el mundo sin acceso a este bien tan preciado”, resume Teresa Newsome en 'Bustle'. Bienaventurados los que se asean de cuando en cuando o se marchan al trabajo tras hacerse un simple y llano 'checo-checo'. 'Los limpios' lo están haciendo mal. Estos son los motivos que argumentan los expertos para que dejes de realizar cada día una actividad que puede ser peligrosa para tu salud. 1. Ni siquiera estás sucio A no ser que trabajes como basurero o en una fábrica de productos químicos, lo normal es que a lo largo del día no te llenes de mugre. Hay quienes se duchan todos los días por presión social: creen que de lo contrario el resto de las personas detectarán que no se han dado un agua al momento, y, cuanto más lo piensen, más nerviosos se pondrán y más sudarán. Entonces sí, pueden empezar a heder. El hecho es que nuestra piel ya cuenta con métodos propios para mantenerse limpia y cuando nos lavamos de más, en realidad le estamos haciendo un flaco favor. Algo así como si sustituyésemos su sistema de trabajo sin tener en cuenta al personal a cargo de trabajo, éste decide ponerse en huelga y la empresa entra en crisis. 2. Estás acabando con todas las bacterias Con la ducha diaria eliminas las bacterias, estupendo. No, porque las eliminas todas, hasta las buenas. Nuestro organismo cuenta con la ayuda de una serie de bacterias que se encargan de mantener la piel sana actuando como escudo contra los gérmenes y las bacterias dañinas –sus primas lejanas malas– así como de protegernos de las toxinas de químicos como los jabones, champús, geles, colonias y demás productos de cuidado personal. 3. Tu pelo se queda sequísimo “Lavarnos la cabeza todos los días puede acabar con los aceites naturales del pelo, volviéndolo opaco, seco o rizado”, explica Newsome. La mayoría de los expertos coinciden en que lo ideal es hacerlo dos veces a la semana, sobre todo si tenemos el cabello fino, débil o dañado. Si tienes la manía de lavarlo a diario, cuando acabes con ella al principio se te quedará un poco graso: simplemente está en rehabilitación. En cuanto coja el nuevo ritmo y cuente con que le des días libres de lavados, verás como él solito va reconstruyéndose y acondicionándose. © Proporcionado por El Confidencial A ver, si hueles mal lávate. Tampoco te excuses en lo que digan los expertos para ir apestando al personal. (Corbis) 4. Te estás deshidratando la piel Normalmente te duchas con agua caliente ¿verdad? Mmmmm, qué relajante y reconfortante resulta, desde luego. Pero tanto calor puede provocar que la piel se te descame y reseque. Tanta agua elimina los aceites naturales de la piel que son imprescindibles para que se mantenga húmeda y saludables. Si encima te lavas todos los días, ¿crees que le da tiempo de regenerar esos aceites protectores? No sonrías si sueles hacerlo con agua fría porque también ocurre lo mismo, solo que no tan rápido. Si no tienes más remedio que ducharte todos los días procura que nunca duren más de 10 minutos y no te escaldes vivo con altas temperaturas. 5. Tienes las uñas hechas polvo Puede que el estado de tu manicura te preocupe de cero a nada, pero no está de más que sepas que el agua caliente estropea las uñas. ¿Sabes cuando se te parten con facilidad, se rompen como en capas y están blanditas? Pues es cuando no están saludables y ocurre porque absorven el agua de la ducha y tardan en secarse del todo perdiendo por el camino sus propiedades. Si les metes un chorrazo a las 24 horas entran en un 'loop infinito' de secado. 6. Estás derrochando agua (y no sobra) Según datos de la OMS, una ducha de 10 minutos consume 200 litros de agua, de ahí que clamen al cielo pidiéndonos que gastemos un 150% menos. En nuestro país, la media de consumo de agua durante el aseo se encuentra en unos 95 litros, cantidad que se traduce en una rápida ducha de apenas 5 minutos. Por muy breve que sea, hacer esto todos los días se traduce en más de 550 litros a la semana (contando con que te des un descanso el sábado o el domingo, que seguro que lo haces). Desengánchate: empieza por ducharte un día sí y uno no, y piensa que, a no ser que te hayas ensuciado a lo loco, algunos expertos defienden que con dos baños a la semana puede ser suficiente. Eso sí, más vale calidad que cantidad. Menos días pero asegúrate de frotar bien.

Cinco consejos para comer pizza de forma saludable

Es de los platos más deseados, pero no es aconsejable abusar de él. La pizza tiene un alto valor calórico y es considerada comida basura. Sin embargo, todo depende de cómo se elabore y los productos que se utilicen. En el Día Internacional de la Pizza de Queso, que se celebró el pasado 5 de septiembre, Kaiku Sin Lactosa —una marca de productos sin lactosa— desveló algunos para disfrutar de la pizza sin remordimientos y de forma saludable y ligera: 1. Toppings: Que una pizza contenga muchos ingredientes no quiere decir que sea menos saludable o que contenga más calorías: el truco reside en elegir los ingredientes de manera cuidadosa para que la combinación resulte ligera. Vegetales no fritos (rúcula, hojas de espinaca, brócoli o aguacate), pollo a la plancha o jamón, y alguna especia moderadamente fuerte, como la pimienta negra (con efecto saciante) serán las opciones más seguras en la elaboración de una pizza sana 100%.
© ABC Cinco consejos para comer pizza de forma saludable 2. Masa: Una verdad universal es que, cuanto más delgada sea la masa, mejor para mantener una dieta equilibrada y saludable. Pese al auge de las masas más esponjosas, e incluso rellenas, es importante intentar que la masa sea delgada y elaborada a partir de ingredientes integrales. Las masas elaboradas con harina blanca refinada hacen crecer nuestros niveles de insulina1, lo que provocará que se nos antoje más cantidad. 3. Queso: Este ingrediente debe elegirse con cuidado para asegurar una buena digestión del menú. Utilizar queso sin lactosa es una alternativa ligera que combate la sensación de hinchazón después de comer, sin retirar de la pizza uno de sus sabores fundamentales. 4. Zona horaria: Por mucho que la pizza resulte tentadora para una cena tardía, lo más recomendable es su consumo a la hora de la comida para poder extraer el máximo rendimiento de los hidratos de carbono. Si se consume de noche, será aconsejable que la cena esté separada del momento de ir a dormir por, al menos, un par de horas. De este modo, nuestro cuerpo podrá digerir cada ingrediente de manera adecuada. 5. Bebida: Uno de los peligros tradicionalmente asociados a la pizza es el de acompañarlo con refrescos con gas y/o alto contenido de azúcar. Lo mejor será comer la pizza acompañada de agua o de zumos naturales sin azúcar añadido.

Felicidad exprés: trucos para levantar el ánimo en solo 30 segundos

Todos tenemos nuestros días malos. Por ello, saber cómo el animarse a uno mismo es importante. Cuando ir a meditar a la montaña o pegarse una buena sudada a base de running no son opción, más nos vale tirar de trucos sencillos para venirnos arriba sin la ayuda de nadie. La buena noticia es que unos pocos segundos pueden cambiarlo todo, incluso nuestro estado de ánimo. La doctora estadounidense Jill Bolte dedicó toda su carrera al estudio de la enfermedad mental y a cómo se refleja en el cerebro. En el año 1996 la propia neuroanatomista padeció un severo derrame que la hizo profundizar aún más en la autoconciencia. Llegó a la conclusión de que cada uno de nosotros tiene “el poder de elegir en cada momento quién es y cómo quiere ser en el mundo”. Bolte aconseja “cruzar a la derecha del hemisferio izquierdo y, simplemente sentir”, ya que las emociones “se pasarán solas”. En concreto, llegó a cuantificar el tiempo de las emociones en 90 segundos, pasados los cuales la exaltación desaparece. Aunque tranquiliza saber que sea una cuestión mental, ¿qué podemos hacer cuando no disponemos siquiera de minuto y medio para cambiar el chip? ¿Cómo confrontar los fantasmas de nuestro propio cerebro cuando se convierte en el enemigo? Aquí van algunos consejos exprés para alegrar el ánimo y convertirse en ese autocheerleader tan necesario como eficaz. William James, psicólogo de la Universidad de Hardvard, llegó a aseverar : “Si la persona no expresa la emoción, no llega a sentirla” 1. Sonreír. Es tan sencillo como mover los músculos de la boca hacia arriba. La RAE lo define así: "Reírse un poco o levemente, y sin ruido". Merece la pena intentarlo, porque la postura influye directamente en la emoción. Fue uno de los supuestos de Charles Darwin, y posteriormente ha sido avalado por eminentes psicólogos de la Universidad de Harvard como William James, quien llegó a aseverar que “si la persona no expresa la emoción, no llega a sentirla”. Es lo que se llama feedback facial, por el que “las expresiones faciales están conectadas a lo que sentimos”. 2. Contar un chiste sobre su tragedia. Funciona porque facilita el cambio actitudinal. La idea fue propuesta en Terapia Racional Emotiva, de Albert Ellis. Este psicólogo americano, considerado uno de los más influyentes de la historia, planteó en su día algunas técnicas terapéuticas que continúan en pleno vigor, y que hacen uso de los chistes y las hipérboles como fórmula “aniquiladora de tonterías”. Nada como exagerar las propias miserias y verbalizarlas para darse uno cuenta de lo ridículas que resultan. Con esta fórmula podremos permitirnos pensamientos catastrofistas del tipo: “Es terrible”, “Oh, dios mío” o “No puedo seguir así”. 3. Enviar un emoticono a un amigo. O una foto que le guste, el enlace a una canción, un simple "hola, ¿qué haces?". La soledad, tan necesaria en ocasiones, también conduce a la miseria, según múltiples estudios. Por tanto, una manera de combatir la infelicidad es socializar. Si no tenemos a mano a nuestro mejor amigo, siempre se puede tirar de tecnología. No todo va a ser un mal uso de nuestrosgadgets. 4. Ceder el sitio en el metro. Ir un paso más allá de lo social y mostrarse servicial tiene un efecto muy positivo en los demás, pero también en nosotros mismos. De hecho, nos hará más felices que ser hedonistas, tal y como expresaron varios psicólogos americanos en un artículo de Journal of Research in Personality. Sus datos coinciden con algunos preceptos de la PsicologíaPolítica, por la que se sabe que involucrarse en las propias creencias incrementa el bienestar. Aquí habría que ir un paso más allá y excederse a los 30 segundos, al involucrarse en una ONG o partido político con cuyas ideas comulgue. Los activistas, según los ensayos citados, manifiestan sentir mayor vitalidad que aquellos que no adquieren compromisos idealistas. Aunque la ingesta desmesurada de comida es un síntoma de que algo no va bien, lo cierto es que una de las razones por las que comemos sin hambre es que mientras lo hacemos no nos angustiamos 5. Tomarse un caramelo. Aunque este consejo hay que tomarlo con cuidado si se es tendente a los hábitos compulsivos, existe una razón emocional para darse a la comida o para atiborrarse a chuches. Por algo se escucha tanto la cuestión de “comer por ansiedad o ansiedad por comer” sin saberse muy bien si va antes la gallina o el huevo. Aunque la ingesta desmesurada de comida es un síntoma de que algo no va bien, lo cierto es que una de las razones por las que comemos sin hambre es que mientras lo hacemos no nos angustiamos. Por definición, comer es una respuesta antagonista de la ansiedad, al igual que el propio sexo. Así lo explica el catedrático de Psicología Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Tomando con cautela este consejo, un caramelo a tiempo bien puede salvarnos de algún disgustillo en momentos puntuales. Por aquello de que el orgasmo nos lleva algo más de tiempo… 6. Pseudocomprar en la Red. Es uno de los grandes clichés consumistas, pero existen pocas cosas tan efectivas para elevar el ánimo. ¿Hasta qué punto se sostiene científicamente el mito de las compras? Los estudios sobre la psicología del retail son casi infinitos, y se sabe que los americanos, por ejemplo, pasan hasta seis horas a la semana comprando. Aunque la etiología de la compra compulsiva no está del todo clara, los estudiosos de la materia lo relacionan con la dopamina; y neurocientíficos como Olsen descubrieron ya en el año 2011 que el comprar activa las mismas regiones cerebrales que las drogas. ¿Cómo aplicar estos preceptos para sentirnos bien sin caer en la ruina de la compra de impulso? Tan sencillo como realizar una compra online y no rematarla, o anularla después: engañaremos al cerebro, que vivirá la compra como real, pero sin el cargo en el extracto de nuestra visa. 7. Anotar, en una frase, algo hermoso de su vida. La expresión de gratitud es uno de los pilares de la psicología positiva, últimamente muy empleada en coaching. Se trata de “centrarse en el momento presente para apreciar tu vida tal y como es, sin dar las cosas por hechas y analizando las bondades y bendiciones con las que contamos”. Es uno de los consejos de la autora Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de California, autora del libro La ciencia de la felicidad. Recordar (o apuntar) dos o tres aspectos positivos de nuestra existencia nos llevará apenas unos segundos y, a cambio, tendrá unos resultados positivos impresionantes en nuestro estado de ánimo. 8. Mirar el vídeo de un gato. El gran fenómeno viral de quedarse embobado observando pequeños filmes de dulces animalitos ha resultado no ser casual, y lo ha demostrado una profesora de la Universidad de Indiana. Jessica Gal Myric se decidió a analizar la razón por la que los vídeos de gatos consiguen fascinar a los internautas. Para hacerlo encuestó a casi 7000 personas con el fin de descubrir por qué, en el año 2014, se subieron más de dos millones de vídeos de gatos a YouTube, obteniendo hasta 26 billones de visualizaciones y ganando por goleada a las demás categorías. Entre sus conclusiones estuvieron que los incondicionales de estos vídeos reportaban sentir más energía y positividad, a la vez que reducían el malestar emocional.